No sé cómo empezó todo, pero podría haberlo hecho
de muchas maneras, sin embargo no puedo negarlo: empezó mal, como todas
las cosas que me rodean. No soy un buen hombre, nunca lo fui, quería
cambiar y por eso estoy ahora aquí, sentado delante de ustedes, que
deben decidir si actué mal, o si sólo fui arrastrado por el maldito
destino.
Todo empezó en mi bar favorito… bueno, ¿por qué
miento? Todo empezó en un bar y mentiría si dijese que era mi favorito,
era uno como cualquier otro, era el que tocaba aquella noche, no
recuerdo ni su nombre…
-Otra Barla, Kevin.
El camarero suspira, secando la jarra que lleva entre
las manos con un trapo que está mucho más sucio que la jarra misma,
está a punto de decirle que ese no es su nombre, pero las palabras
mueren en su boca.
-Lo siento, señor, pero creo que ha bebido demasiado.
El hombre por fin levanta su cabeza que antes estaba
enterrada entre sus brazos, coge de la camisa al chico y acerca sus
labios a su nariz.
-Dame esa maldita Barla- habla lentamente, como si el
chico no fuera capaz de escucharle, le suelta y por fin el joven se
decide a llenar una jarra hasta arriba de un líquido azul espeso.
Los ojos del camarero se vuelven hacia la puerta cuando se abre,
empujada por un hombre trajeado que entra pisando con fuerza los
tablones de madera, haciéndolos crujir bajo su peso. Otro hombre le
sigue de cerca y ambos se sientan al lado del cliente que ha empezado a
beber a largos tragos su bebida.
-Una noche difícil, ¿eh, Jon?- el primero en hablar
es un hombre rubio, que pone bajo la nariz del mejor cliente del bar una
placa con tres siglas, que cierra rápidamente antes de devolverla bajo
su chaqueta.
-Markus, cuánto tiempo sin verte- el hombre de la
barra se bebe el último sorbo, se sorbe los mocos y escupe en el suelo,
al lado del zapato del hombre.
-Culparé de eso a la borrachera-se vuelve ligeramente
hacia el camarero- chico sal y fúmate un par de cigarros a nuestra
salud, este hombre y yo tenemos que hablar.
Cuando los tres se quedaron solos, el recién llegado
le pegó un puñetazo a la cara al hombre de la barra, que resbaló y cayó
al suelo como un saco de patatas.
-No sé por qué me esfuerzo, la verdad, ni tampoco sé
porque se esfuerza Nilon. ¿Por qué no nos haces un favor a todos y te
mueres?
El hombre del suelo no atinó a moverse, el dolor se
abría paso a través de sus entrañas y el efecto etílico, tan embriagador
antes, atontaba ahora sus músculos impidiéndole moverse. El segundo
hombre le ayudó a levantarse y a sentarse de nuevo, saltó la barra y le
sirvió por encima de la cabeza una jarra de agua helada. Aquello le
despejó, mientras la furia sustituía al dolor.
-Sin embargo, esto es lo que queremos de ti.
Podría haber dicho que no, de hecho rechacé la
primera oferta, pero después susurraron una sola palabra en mi oído que
me hizo estremecer, ¿cómo lo sabían? ¿cómo sabían que aquel era mi punto
débil? Supongo que me tenían controlado, como a cualquier soldado
veterano y retirado de la legión decimoctava. Por supuesto, la palabra
no fue otra que el nombre de mi hijo.
-No querrás que se entere de algunas cosas, ¿verdad, Jon?
Una hora, un lugar, un día… y después se marcharon dejando un rastro de sangre con el orgullo de Jon por los suelos.
-Hijo de puta.
Pero al menos habían pagado la cuenta, se levantó
limpiándose la nariz con la manga, tambaleándose mientras una canción
salía de entre sus labios agrietados, hasta que el viento de la noche
fría apagó sus palabras cuando levantó la mano para detener a un taxi.
-Y lo aceptó sin más- dijo el juez interrumpiendo el relato que tanto le estaba costando crear.
-Claro que sí- un gruñido salió de sus labios-
por mi hijo haría lo que fuera, y ellos lo sabían…. Si la ESA ganaba la
carrera planetaria contra la ERRS conquistando el planeta de un millón
de lunas, mis problemas se terminarían… para siempre.
“Volví a enfundarme la armadura, y volví a la
academia militar, no sólo para conocer a quiénes me acompañarían si no
también para ponerme en forma. Conseguí no beber durante los dos meses
que entrenamos, pero a medida que se acercaba el día la necesidad se
agudizaba hasta tornar mis huesos en gelatina.”
Siguió las órdenes, una por una, cuando sus manos
volvieron a acariciar el mando de la nave el temblor de su cuerpo por el
miedo y la vergüenza, dieron paso a la adrenalina y al deseo de
conquista que siempre le habían caracterizado. Cerró sus manos y con
seguridad gritó las órdenes para hacer despegar al monstruo en cuyo
estómago descansaban dos mil hombres armados.
-Todo saldrá bien- dijo entre dientes, con seguridad, nada tenía que salir mal y sabía con seguridad que nada saldría mal.
Utilizaron la bomba que los ingenieros habían
inventado para destruir al menos cien lunas que rodeaban aquel extraño
planeta que les había impedido durante años atravesar su atmósfera móvil
para alcanzar la superficie azul. Fue fácil, insultantemente fácil.
Se encontraron con civilizaciones pobres en
tecnología, débiles, de carne verde, con muchos tentáculos y dientes
largos como brazos. Sin embargo, no suponían ninguna amenaza para ellos,
los aplastaron, como a cucarachas, los destrozaron, los mataron y
comenzaron a construir una pequeña colonia.
-Pam- gritó el soldado golpeando la mesa que tenía en frente- volvimos como héroes.
-¿Su hijo le quiso más por ello?-preguntó la
fiscal del caso y él simplemente negó con la cabeza-. Así que… ¿todo
esto no sirvió para nada?
-Para grabar la mejor película de ciencia ficción
que se ha visto nunca, señoría, con más audiencia que cualquiera de los
otros programas de la tele…
El soldado abandona los juzgados para dirigirse hacia
su bar favorito, toma asiento en el mismo taburete donde lo encontraron
los dos agentes, el chico se ha transformado en un hombre mayor que le
sirve lo mismo de siempre, mientras sus ojos se dirigen hacia la tele
que hay en una esquina donde se ven las imágenes grabadas por la ERRS.
-Ni si quiera acertasteis con el color de la piel,
capullos-murmura mirando los extraños seres que subían en las naves del
vencedor de la carrera planetaria: de piel que iba desde el rosado hasta
el negro.
-Todo era mentira, entonces-dijo el hombre,
dirigiendo una mirada de soslayo hacia su mejor cliente-como una
película. Y ahora, ¿cómo sabremos diferenciar la realidad de la ficción?
Una carcajada triste sale de los labios de Jon,
levanta la jarra hacia el espejo que tiene el camarero detrás, como
brindando con su propio reflejo, diciendo:
-Sólo la muerte es real, Kevin, pero aún así no
sabrás decir mañana si esto es real, o solo otra película que verás en
la tele. No sabrás decirlo, aunque vayas a ser un testigo presencial de
este acto.
Un sólo disparo, una mancha de sangre, y un titular
que acompañaría al día siguiente la imagen de su cuerpo en el suelo de
cualquier bar sin nombre, en algún lugar de una ciudad desconocida, en
un universo no muy lejano….
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