Bienvenidos a mí mundo

Bienvenidos todos a La Creadora de Soles, un blog de relatos en diferentes universos, algunos son mundos que ya conocéis y otros los he creado yo, pero todos los relatos son originales (o intentan serlo).

¿Por qué el nombre? Es el título del libro en el que estoy trabajando y que quizás algún día vea la luz (crucemos los dedos)

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viernes, 27 de julio de 2012

La Torre Blanca

Este relato fue publicado en el número 2 de la revista no solo freak
LA TORRE BLANCA
Año 2132 de nuestra era. Planeta Rojo.

El sonido del respirador ponía nervioso a Alexander, le recordaba en parte a Darth Vader, eso le gustaba, siempre le había gustado Star Wars; pero por otra parte era el recuerdo de que fuera del traje que llevaba, el aire era mortal.
-Soldado ¿ha encontrado algo?-la voz del capitán retumbó en el interior de su casco, recordándole que no estaba solo y que tenía una misión que cumplir.
-No, capitán. Cambio y corto-acarició el arma que colgaba de su hombro, todavía discutiendo consigo mismo si debía obedecer al Capitán Carter y dejar el seguro puesto, o en cambio debía estar preparado para cualquier problema que pudiera surgir.
Distinguió en lo alto de una colina a uno de sus compañeros, con el mismo traje rojo que los confundía con la arena que lo cubría todo, levantó el brazo y le saludó intentándose hacer ver a pesar de que tenía el sol a su espalda, quizás por ello no recibió respuesta.
Un leve pitido le hizo bajar la mirada y alejarla del compañero, llevaba en la mano derecha un pequeño contador Geiger que podría permitirles encontrar la sonda  que hacía más de un siglo había enviado la NASA, perdiéndola para siempre en el planeta vecino.
Siguió la señal del contador, observando como poco a poco la aguja se movía aunque sin superar los  límites tolerables.
-Capitán-dijo elevando la voz-creo que la he encontrado.
-Bien hecho, soldado, seguimos tu señal.
Alzó los ojos hacia la colina, la figura había comenzado a descender y a acercarse a él, devolvió la mirada al contador y siguió caminando hacia un montículo que se elevaba ante sus ojos, acarició de nuevo el arma con la mano derecha, ansioso se mojó los labios con la lengua, notando como a medida que se aproximaba a la pequeña elevación su respiración aumentaba de intensidad. ¿Y si no era la sonda?
Al llegar el pitido se hizo más intenso, sus ojos buscaron entre las piedras el causante de la radiación, pero lo único que encontró después de una larga búsqueda fue la entrada a una cueva. Entró, notando como el calor aumentaba a medida que avanzaba y el sudor se pegaba a su piel.
-Capitán hay una cueva-dijo Alexander-voy a entrar.
Al no recibir respuesta positiva o negativa, encendió la linterna que llevaba sobre su casco y continuó caminando, adentrándose en las profundidades. Era un túnel escarpado y ancho, que iba descendiendo poco a poco hacia el interior del planeta, no había ningún ruido que rompiese la paz, tan solo el contador que continuaba con su intermitente ruido.
-¿Qué has dicho, soldado?-Alexander lo repitió -Vuelva…, … orden, … fuera.
La voz entrecortada del Capitán le asustó, pero a la vuelta del recodo vio lo que habían estado buscando todo aquel tiempo cubierto de polvo, pero desde su posición todavía se podía distinguir el logo de la NASA en su superficie.
-La he encontrado….-un gran estruendo le hizo soltar el contador y volverse hacia la cueva negra que proseguía hacia el interior de la tierra. Cogió el arma y automáticamente le quitó el seguro. Poco a poco retrocedió, sin agacharse a por el contador. Apoyó el dedo índice en el gatillo e intentando no hacer ruido avanzó por el túnel.- Señor, creo que no estamos solos, Señor.
-¿Qué… vuelve… qué …?
Un segundo estruendo le sacudió en todo su ser, Alexander sin pensarlo se volvió hacia la entrada y echó a correr. El temblor de la cueva no se detuvo, si no que continuó, mientras el ruido le perforaba los oídos. Por fin alcanzó la superficie, donde sus diez compañeros le esperaban con las armas preparadas.
-¿Qué es eso?-gritó el Capitán volviéndose hacia él. Sin embargo su respuesta nunca le llegó, no tuvo tiempo para explicaciones, en la espalda de Carter surgió una torre blanca, reluciente a la luz del sol, de varios metros de altura. Fue tan rápida en su elevación como en su caída sobre el máximo cargo de la expedición.
Todos pudieron ver la boca negra y llena de dientes afilados que devoraba al hombre, antes de moverse como un látigo, retorciéndose para atacar al siguiente sin que ninguno de los hombres pudiera hacer nada más que dispersarse para no morir aplastado o devorado.
Alexander comenzó a disparar mientras retrocedía, a ciegas, desesperado, sin notar como las lágrimas caían por sus mejillas y un temblor sacudía todo su cuerpo.
-¡Debemos reagruparnos!-gritó el sargento Miller, sobresaltándolo-¡Todos a la nave! ¡Que nadie se haga el héroe!
Una risa nerviosa salió de sus labios, ¿quién quería hacerse el héroe? La torre había desaparecido  de su campo de visión, pero no por ello dejó de correr a pesar de que comenzaba a respirar con dificultad. ¿Qué demonios era aquello?
-Dios mío, Dios mío. Protégenos-murmuró, recordando de pronto que él no era creyente y por unos instantes deseó serlo, deseó poder creer que alguien allí arriba en alguna parte iba a cuidar de él. Por fin divisó la nave ante sus ojos, las lágrimas seguían cayendo por sus mejillas, ¿o quizás era el sudor? Vio otras figuras rojas corriendo, solo cinco, y ninguna de ellas era el Sargento.
Escuchó un rugido a su espalda, se volvió ligeramente para ver como el monstruo salía de la tierra a escasos cien metros de él, disparó, disparó desesperadamente intentando huir, pero cada vez la distancia cubierta por el monstruo era mayor. En algún momento de su carrera la pistola dejó de emitir ruido y balas, pero su dedo índice aún trataba de arrancarle algo que significara su salvación.
El sonido sin embargo, llegó desde su derecha, el sargento lo flanqueaba con un barrido que intentaba alcanzar al monstruo en la cabeza, horrorizado vio como la torre se retorcía y rápida como un látigo devoraba al sargento. Cayó al suelo, se cubrió los ojos y la cabeza gritando desesperado, aterrorizado sabiéndose muerto ya de antemano. Pero la muerte no llegó, tan solo escuchó una explosión y un líquido blanco le cubrió totalmente, ¿el sargento había hecho explotar una granada en el interior del monstruo?
Se giró apoyando su espalda sobre el suelo. Todo estaba cubierto de aquella pasta blanca, aquello era lo único que quedaba de la Torre….


Año 2133 de nuestra era. Estación Espacial Internacional.

Mark miró en silencio la televisión, su compañero, borracho, estaba tumbado en la cama. Todavía se preguntaba como había conseguido colar aquellas diez botellas de ginebra en la Estación espacial. Él habría dormido también, pero el alcohol no había sido suficiente para atontar su miedo y su dolor.
-¿Y ahora qué?-se preguntó mirando la pantalla el monstruo blanco al que habían apodado la Torre, que estaba acabando con la humanidad-¿quedaremos colgando aquí hasta que nos muramos?
Se sirvió otra copa de ginebra, caliente, sin hielo. Pero algo era algo, volvió a leer las características en la pantalla mientras se bebía de un solo trago el vaso entero:
“La Torre Blanca:
Al principio todo eran dudas, ¿cómo el monstruo había alcanzado la Tierra? Primero se creyó que había puesto algún tipo de huevo en el interior de la nave, pero a medida que se ha ido estudiando, nos hemos dado cuenta que la Torre es algo mucho más terrible.
Este ser, procedente quizás del planeta Marte, está alimentándose toda su vida para poder crecer, incluso se sabe que es caníbal. La Torre  necesita alimentarse para conseguir quitina, que es el compuesto con el que está recubierta y es lo que la vuelve tan dura como el diamante. A medida que va creciendo muda la piel para poder hacerlo. Una vez ha alcanzado el tamaño máximo sigue comiendo hasta explotar.
Cuando explota esparce un líquido blanco a decenas de Kilómetros, por desgracia  son miles de  torres unicelulares que son capaces de atravesar cualquier tejido o incluso infiltrarse en el suelo con la lluvia hasta los canales subterráneos para llegar a un huésped del que se alimenta hasta matarlo.”
El texto seguía, pero se dio cuenta que ya no le importaba lo más mínimo. Mark se movió con una nueva copa en la mano, dirigiéndose hacia el arsenal donde escogió una pistola con el mayor calibre posible. Tenía que sobrevivir el máximo tiempo posible y cuántos más fuesen allí dentro menos posibilidades tenía. Miró con pena a su compañero tendido en la cama, tres meses en un espacio tan reducido lo han convertido en un hermano. Sin embargo, brindó finalmente a su salud, se bebió la copa hasta vaciarla y entonces, antes de poder arrepentirse hundió una bala en su cerebro sin dudarlo un solo instante.

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